El TIMBRE ( Cuento )
Sonó el timbre, algunos alumnos se pararon cual resortes y los otros, también se retiraron después de arreglar sus cosas; las butacas vacías quedaron en compañía del profesor Fuentes y Mendizábal, que había avisado que se quedaría por diez minutos después de la salida para una entrevista especial. Era el tercer año de secundaria, Valdemar Mendizábal, nunca faltó a una clase en estricto sentido, se caracterizaba por su puntualidad y su disposición al trabajo, había desarrollado una habilidad fundamental, era un devorador de lecturas, sus grandes ojos parecían haberle dotado de forma natural ese hábito, contrariamente a otros alumnos que competían férreamente por los dieces, Valdemar, nunca reclamó una calificación, parecía no importarle eso; daba muestras de humildad, no solo preguntaba a los maestros sino a sus compañeros, incluso a los que parecía no importarles nada, sobre todo a ellos.
Bien Valdemar, esta ha sido nuestra última clase del ciclo escolar, me aseguraste que este día me compartirías sobre tu decisión respecto al siguiente paso en tus estudios. Él sonrió gentilmente y dijo: antes quiero advertirle que no fue fácil, recuerdo como veía las cosas anteriormente, todo parecía que
estaba destinado al fracaso, a vivir justificándome, a desentenderme de mis obligaciones; empezaba bien y terminaba como siempre, sin resultados que me hicieran sentir orgulloso. Usted me conoció antes de darme clases por mis “cualidades”, incluso el apodo con que me bautizaron en primero es revelador. Recuerdo que, un día después de que mandaron llamar a mi madre, por mi comportamiento y que el director le advirtiera que de continuar así, sería mejor que me diera de baja de la escuela; llegué a casa como si nada, igual que siempre, de hecho recuerdo que hice mi berrinche porque tenía tanta hambre que, al revisar en la estufa estaba la comida apenas para ponerse en la lumbre, cómo es posible le dije a mi madre con tono irritado, así quieres tu, que me entren todos los temas de la escuela. ¡No se puede! Cerré la puerta tan fuerte que desaparecí corriendo, claro que, al regresar, mi padre me exigió una disculpa después de acomodarme una buena chinga. Hasta ahora pude pedir perdón a mi pobre madre, siento que me comunico mejor con ella y recientemente cuando platicábamos de la escuela, me comentó que ese día precisamente, antes que llegara se había agotado el gas y me esperaba para que lo fuera a solicitar y lo cambiaran. Fue tan grata la experiencia que los dos lloramos y nos abrazamos como nunca. En el transcurso de este año he transformado mis pasos, pareciera que me he convertido en otro, soy más observador, he aprendido a ser atento conmigo, a escucharme y entonces descubro que al oír a los demás me quedo con muchas cosas que me sirven, que me ayudan a crecer, algo así como que de pronto me encontré con la música que integra todos mis sentidos y guía mi existencia, haciéndome sentir tan bien que, no se me ocurre atentar contra otros como lo hacía antes. Me da gusto oírte hablar con esa seguridad y entusiasmo… Ahora de pronto me parece de risa, pero realmente hubo un momento en que pensé que todos se habían puesto de acuerdo para hacerme caer y cada que estaba en posición de conducir mis propias decisiones, alguien o algo aparecía queriéndome arrancar el poder a como diera lugar, el derecho a elegir mi camino aún a pesar de incluso equivocarme en algunos casos, pero siendo yo quien finalmente evaluara mis propios riesgos y por tanto, asumiera mis errores y no los de otros. Quienes decían ser mis amigos, claro, no todos pero, por ejemplo Sergio, me dejo de hablar. En segundo, una vez fui a su casa y su hermano fumaba marihuana, ese día no estaban sus familiares y, al estar viendo el FUT, sacó un toque y nos pusimos bien pachecos; al iniciar este año, con los desaprendizajes de los que nos habló y las herramientas que usted nos facilitó para empoderarnos de nuestra vida, me abrieron los ojos, sobre todo me di cuenta que tenía que desaprender a quedar bien con todos, menos conmigo. Quizás mi primera prueba de fuego fue el día en que accedí a acompañar a Sergio y al ofrecerme coca, me negué, él estaba empeñado en que consumiera la droga y le dije determinantemente: no insistas, ya te dije que no. Cuando entendí que no cejaría en su objetivo porque yo me drogara, me despedí de él y me fui a mi casa, desde entonces no me habla. Pero a pesar de ser contradictorio, el sentimiento que tuve fue de una gran satisfacción, fue como si en ese momento me hubieran dado mi espada y mi corona de graduación, simbolizando que soy el dueño de mi propio destino y que nadie más que yo soy el responsable de mis decisiones; A partir de ese momento me reconocí, me respeté conscientemente. He compartido mi experiencia así como nos sugirió usted sin imponer recetas, el saldo ha sido favorable aunque, un gran número se pierde en el intento, no han captado como ya experimenté, lo que nos dijo: el intento no existe, se hace o no se hace, así de simple. Entiendo que algunos tenemos el privilegio de oír el timbre que indica el tiempo de asumir nuestras vidas y otros como Sergio quizás necesiten mayores golpes y fracasos para entender que solo falta escuchar bien.
Yo también lamento mucho lo de Sergio, se rindió a superarse, dejo la escuela al inicio de curso y ahora me enteré que esta hospitalizado debido a una sobredosis.—————————————————————————-
Bueno, pero que hay contigo dime que decidiste, ¿a qué escuela te vas?
Pues fíjese profesor que estoy muy contento porque investigue varias opciones y ya consulte con mis padres, quienes me dan todo su apoyo y decidí que la mejor opción para mi es…
Gapfer