HEY CHAMACO (CUENTO)
HEY CHAMACO (Cuento)
Por Fernando Galeana Padilla (GAPFER)
Si, si, ¿si qué? Todo el día repites, por qué carajos no te callas.
Ya doña Dina, me había dicho no le hagas caso, si te regaña ignóralo, creí que bromeaba. Él me había llevado a su casa, lo encontré una noche al quedarse varado en la carretera por una pinchadura de neumático, hey chamaco dijo ordenando, ayúdame. No sé si me hizo gracia su forma de hablar o los nervios por su manera al dirigírseme, solté una carcajada, sí búrlate cabrón, dándome la llave de cruz, enseguida me vi con rumbo a Ciudad de México, hubo ciertos silencios en el tramo que llenamos con nuestras presentaciones, cada quién dejo de ser extraño del otro. Así conocí a mi padre, él tenía más hijos, no tan mayores y a doña Leopoldina, su esposa, de quien recibí su corazón y grandes enseñanzas cuando me abrió su casa.
Era el veinticuatro de Diciembre, hacía dos años que habían matado a mi familia, a los doce años de edad no corre mucha experiencia, deambulé de casa en casa, nunca me faltó una tortilla para comer, pero sí quien me abrazara, a veces cuando calaba el frío en lo oscuro de mi pueblo, lloraba recordando cantar a mi madre; ¿Cómo unos campesinos pueden ser asesinados por negarse a sembrar algo diferente a sus costumbres? Cuando le platiqué a Doña Dina, me abrazó con tal ternura que cerré los ojos y recordé la tierra, nuestra tierra, mi mamá.
Cuando encuentras una persona justa te das cuenta en su mirada, me dijo Olivia, mi madre, el día que no quisiera que hubiera llegado nunca.
me gustaba oírla, su voz era del sonido de los pajaritos, suave, dulce, llena de amor, me advertía sobre los riesgos del pueblo, sobre como gente armada hacía mucho daño: cuando algo extraño pase, veas esa gente desconocida por aquí, te vas y no regreses, me oyes.
No había visto nunca su rostro descompuesto, ni cuando murió mi abuelo, temblaban sus palabras queriéndome decir todo para que comprendiera que podría suceder. Fue la feria la que me salvó, mis ganas de permanecer entre la rueda de la fortuna, las tasas locas y los carros chocones, ese día me consintieron, me dejaron ir sólo: ándele mijo, váyase a la feria, tenga, diviértase y no se gasté en puro juego el dinero, coma algo bueno. Así era mi papá usando cualquier recurso para manifestarme su amor, sé que no les fallaré ahora que estoy estudiando, terminaré la escuela secundaria como mi hermano adoptivo, él se las sabe de todas a diferencia de los otros tres que traen a doña Dina, de embajadora con sus maestros cada vez que reprueban.
Aquí la gente también me trata bien, no me ven con lástima; la maestra tocó el tema de la violencia en el país, yo no aguanté, ese fue el único día que me salí de clases, fui a parar hasta el zócalo capitalino, nunca había ido solo, me retumbaban los oídos sentía escuchar todas las voces, un pueblo entero clamando justicia y de pronto miraba los ojos de la gente recordando lo que me decía mi madre.
Llegué a casa y doña Dina, mi mamá adoptiva me abrazó llorando, nunca te vayas, nunca. Don Eusebio me miró y entonces entendí, lo que me habían dicho quienes trataban de consolarme cuando quedé huérfano.
Él era muy exigente, le gustaba ser obedecido, cuando llegamos, el primer día sentí un cansancio enorme, me quedé dormido en el suelo, entre sueños sentí que Don Eusebio, me cargó a una cama, al otro día supe que todos habían tenido reunión familiar extraordinaria, acordando aceptar un nuevo miembro. Han pasado muchas cosas, ayer le dije a doña Dina, ¿para qué me trajo? si puro se la pasa regañándome, parece que no le gusta nada de lo que hago. Él es así, suele ser muy sarcástico, ya viste que a tus hermanos los trata igual, pero los quiere, vieras que bien habla de ti, pero como a la mayoría de los padres les da miedo demostrarlo, además no está enojado contigo, acuérdate que siempre que puede te lleva y va por ti a la escuela.
Al principio casi todos los días me peleé con el mismo chavo, un día iba papá Eusebio y otro mi mamá Dina, ahora ya no peleo, aprendí a usar la inteligencia, a comunicarme, a resolver sin gritos o amenazas. La Paz me gobierna, es la única forma de ser yo mismo, no hay otra mejor.
Si, si, cantaba todos los días, Olivia mi mamá, Pascual mi papá, mencionaba sus nombres era una especie de rito que repetía constantemente, me ayudaba a ser optimista, me fortalecía, los pleitos escolares fueron por eso, de pronto no me daba cuenta que me observaban, que me oían cantar y parece que no les gustó a muchos que a mí no me importara que me vieran y escucharan. Cuando observas, oyes cantar las estrellas, se conecta todo, entonces arriba y abajo es el mismo espacio, así sentía:
Sentía un abrazo, la fuerza para continuar viviendo, la motivación, sabía que desde arriba estaban siguiéndome, acompañándome y que pronto más gente podríamos tener una mirada distinta.
Eran las doce, ya dispuestos a extender los brazos y alcanzar nuestros corazones, todos reunidos, un hogar, mi familia había crecido; yo no pedí ningún regalo pero ahí estaba: Si, si, Olivia mi mamá, Pascual mi papá, doña Dina, don Eusebio, mis hermanos y tú, sí, tú, porque tienes esa mirada.
GAPFER
12 de Diciembre de 2016.
Para tus oídos. Disfrútalo.