DETRÁS DE ESAS ESTRELLAS
Por Fernando Galeana Padilla.
Yo estaba esperando a Santa Claus en la chimenea de la casa que no existía, preguntándome si el techo de cartón aguantaría su trineo con todo: renos y regalos.
Las luces de estrellas saludaban la noche como si los milagros que tanto hablaban los curas existieran,
Detrás de esas estrellas estaban las esperanzas, otro año que llegaba con nuevas luces, yo y mis hermanos alquilábamos las pocas fuerzas, para cortar pinos, los famosos navideños.
Nunca tuvimos uno nuevo. A veces jugábamos adornando alguna rama seca con pedazos de papel recortadas como esferas.
Las luces eran luciérnagas que atrapábamos cuando existían en grandes cantidades, hoy sólo veo luces de automóviles.
Todos los niños nos animábamos, olvidándonos de las amarguras de una realidad agresiva, corríamos, gritábamos, eramos los duendes de un Santa Claus, que todos asegurábamos haber visto, para sentirnos elegidos.
Las historias nos reunían, gozábamos oír a uno y a otro, cada quien queriendo hablar primero, los más curiosos preguntaban todo, los más grandes se molestaban.
Tomábamos el agua, el refresco, las botanas, en comuna, compartíamos la riqueza de una imaginación profunda y las mieles de lo que alcanzábamos entre tantos que éramos.
Yo estaba esperando a Santa Claus, comencé diciendo, era mi turno y todo mundo atento escuchaban con un fondo de grillos y chicharras.
¡No existe! Dije entre molesto y aliviado, los grillos y chicharras también callaron, las luciérnagas nos dejaron a obscuras, como para escuchar lo siguiente.
Vi cuando lo que pensé era Santa Claus, con su atuendo rojo como teñido por el Sol, que vemos diario en la montaña, llegaba sigiloso con mamá de acompañante.
Si, era mi padre, que desde ayer dijo que iba al pueblo a un mandado con mamá, no lo hubiera imaginado. Pero oí diciendo todo entre ellos.
Nunca tuve regalos ni siquiera como estos sencillos que trajimos dijo mi madre nostálgicamente recordando su infancia.
Mi papá hizo el sonido acostumbrado para callar a alguien y no ser descubiertos, los niños, nuestros niños merecen una vida distinta, dijo.
Un día sabrán lo que hacemos por ellos, comprenderán el porqué de tantos mitos. Esta miseria es la insana locura del tiempo que vivimos.
Los niños sólo pueden sobrevivir si a pesar de la desesperanza, aún imaginamos seres fantásticos que traen alegría.
Yo no aguanté ver las lágrimas de papá y mamá abrazados, protegiéndose en su casa de cartón que no envidiaba nadie, porque eran iguales todas.
Abrace a los dos e inmediatamente me regañaron, extrañamente ahora los dos estuvieron de acuerdo, qué estás haciendo despierto inquirieron al unísono.
Yo esperaba a Santa Claus, pero les dije que los extrañaba, duérmete ándale, si no el gordo no va a traerte nada.
Ya los oí les dije, él no va a venir porque no existe, al decir esto lloré sin contenerme, mi papá reaccionó diferente, me abrazó y sacó mi regalo.
Los tres pasamos una gran velada, cenamos, conversamos, me contaron sobre el mito, cómo surgió y como lo conocieron ellos.
Después de un rato, dejé de imaginar al barbón de Santa Claus y el traje lo vestían mis padres.
¡No es cierto! Santa Claus si existe, irrumpió con su carácter fuerte Aurelio, eres mentirosoooso, dejó sus palabras para mostrar su desacuerdo y se fue corriendo.
Teresa la pequeña inquieta afirmó que los hombres siempre son los héroes y bonachones, que ella cuando creciera sería una mujer que ayudaría a los pobres aunque no la reconocieran.
El silencio fue tomando fuerza, se percibían ciertos miedos, una realidad cuestionada, ciertos reflejos nuevos, los ojos de sorpresa, nos miraban sin disimular algo, eso que aparece de pronto cuando uno crece.
Yo soy Santa Claus, desde hace tiempo cada temporada me gano así la vida, vestido, disfrazado, veo los rostros de esos ilusionados niños.
También veo a los padres ir y venir desesperados, con prisas, ansiosos queriendo comprar la felicidad de sus hijos.
Tampoco hoy me alcanza para lo que pidió mi chamaco, pero aún no está en la edad de despertar de esas fantasías y no seré yo quien fuerce eso.
Mañana temprano jugaré como cuando era niño y los dos contaremos nubes, quizás en una de esas logremos ver a Santa y nos dé nuestro regalo.
GAPFER.
Diciembre de 2015.
Dicen que de poeta y loco tenemos un poco, yo animado en mi locura, gusto de escribir desde hace algún tiempo. Ahora mismo comparto contigo en este espacio que nos junta con el mundo, la amorosa reflexión en esta obra sencilla, en la que encontrarás la profundidad de un corazón latiendo en la creativa escritura que emana como sonrisas festivas. Te agradezco por visitar las veces que desees esta boya que indica algo en el océano inmenso de las letras, como la cercanía a un Puerto de poetas donde las palabras son las olas que llegan refrescando el alma.
Yo soy a lo corto y a la distancia solo un puente entre el corazón y el pensamiento que hacen de el espíritu creativo la oportunidad para liberar al ser humano e integrarse plenamente.
Te abrazo fuertemente por ser ese buscador que encuentra y llega tocando con los brazos abiertos de su inquietud humana.
GAPFER.