CÓMPLICES DE UNA COSTUMBRE.
CÓMPLICES DE UNA COSTUMBRE.
Por Fernando Galeana Padilla
En la fantasía de imágenes heroicas,
acomodo la cobardía,
suelto lágrimas sedientas de realismo,
acompañado de otros extraños,
escondo también la pena.
La sala obscura brinda la certeza en tu butaca,
cómodos visualizamos la tragedia,
la comedia que consuela el alma.
Nos conmueven sincronizadas secuencias y sonidos.
Los diálogos golpean el pecho de todos.
rio, lloro, me deprimo,
nunca ocurrió saltar de mi comodidad y retirarme
o detener la función para salvarnos todos.
Lo más cerca que logré decir un día
en la desesperación fue: ¡Cácaro!
me sentí líder de una expresión inconforme,
cómplices de una costumbre volteamos a vernos,
se encendieron las luces.
Salimos gritando a punto de quemar el cine,
nunca había sentido tanta frustración por la suspensión de una película.
Por la salida había murmullos,
la gente empezó a intercambiar puntos de vista,
la inconformidad se convirtió en oportuna coincidencia.
Fue cuando me viste,
al mismo tiempo que señalabas diciendo el del cácaro,
nos reímos acompañados en el mejor momento.
Desde ese día el cine nos cambió la vida,
ahora en casa nos consentimos y de vez
en cuando imaginamos: Qué sería de nosotros sin el cine.