ATOYAQUENSE
Es aroma de café tostado, oliendo la vida, llenando recuerdos, natural costeño de infancia chirunda,
Con bolillo en mano, comiendo relleno a orilla del rio, cual travieso niño siguiendo al hermano.
Tantas sus maneras de expresar ideas como convicciones, machetes se afilan, cortando el abuso de aquellos que imponen duras condiciones.
Nadie por valiente, nadie por ingenuo, armado a la Sierra regresar quisiera, es una costumbre saludar contento, tanta gente buena.
También sabiamente, desbordan las aguas por generaciones, todo un pueblo atento, quitará el yugo de su firmamento.
Mitos de ser flojos,hasta revoltosos no me han de dañar, soy atoyaquense, orgullosamente, labro a diario este cafetal.
Está en mi recuerdo polvo que levantan, oriundas palabras del habla costeña, no he de ser surundo en decirte algo cual verso que surge gaviota volando:
Si has de llamarme socao, socrozo, reviraré de sopetón, ándate con cuidado, sorgato llevado, si me quieres subajar, te sorrajaré tal sunga y te sabrás sosegar.
Hoy como hace tiempo sella el pensamiento, voces de familia, de afectividad, historias que siembran un hermoso canto a este palpitar.
Me contó el cronista que, “Seiscientas varas por los cuatro vientos”, fundan Atoyac, esas son las mismas, germinando el alma en mi caminar.
GAPFER.