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SOLILOQUIOS QUE SE VUELVEN COMUNES

 

Soliloquios que se vuelven comunes.
Fernando Galeana Padilla.

No voy a hablar de eso, la noche se siente fresca, las nostalgias perversas. En la bruma que transitó el día, un segundo cumplió con pasar inadvertido.

Ese segundo vale a la suma de algún tiempo. Solo, es como el aire que está ahí sin contemplarlo.

En los soliloquios que se vuelven comunes, se despiertan unos signos de interrogación interesantes, cuesta de pronto indagar el origen de tales dudas.

El suelo es un nivel que puede representar una caída espectacular, pero hay más espacio, abajo en el inconsciente cuando surge la sensación de culpa.

La formación recibida es una lucha contante en el actuar de una realidad sobresaliente, las decisiones cuestan más, impactan más, tienen consecuencias inéditas.

Un segundo es una frase recurrente que se presume para ganar más tiempo en el argot de una conversación o solicitud de algo.

Conmueve al recordar haberla usado, disfrutar ese lapso de tiempo que no es literal, sino exacto para reaccionar en el margen del momento necesario.

No voy a caer en mi propia provocación para entender ciertas cuestiones aparentemente inconexas, la inteligencia emocional viene a ser fortaleza, aunque parezca moda.

De qué hablar en esos ratos en que conviene examinarte, ser sincero, repensar metas, sueños. Armar el rompecabezas.

¿Hablar o callar? Guardar silencio si se puede, observar qué hay en tu mente, las palabras construidas como ideas demandantes, como intermitencias que no ceden.

Disfrutar de esas nubes que van poblando hasta tapar la vista: un cielo saturado que despierta la incomodidad, que se pierde en la sana cercanía.

Limpiar las ventanas, sacudir el polvo de una miopía introvertida, el escenario experimental que hace las veces de entrenamiento de nuevas habilidades.

Entrelazar las manos, jugar con ellas, emplear ademanes en un discurso claramente enfático, empoderado, extensivo para agregar consciencia planetaria.

Destaparse el rostro, que la mirada sea firme, con natural parpadeo, sin obstáculos, ser una luz que viaja en los instantes más sublimes, ser la incógnita resuelta.

¿Qué color tiene el tiempo? ¿Es como un segundo parafraseado? ¿Avanza de igual forma? ¿Sin referente lógico inmediato? ¿Qué lo describe? No voy a hablar de eso, no lo sé.

 

Dicen que de poeta y loco tenemos un poco, yo animado en mi locura, gusto de escribir desde hace algún tiempo. Ahora mismo comparto contigo en este espacio que nos junta con el mundo, la amorosa reflexión en esta obra sencilla, en la que encontrarás la profundidad de un corazón latiendo en la creativa escritura que emana como sonrisas festivas. Te agradezco por visitar las veces que desees esta boya que indica algo en el océano inmenso de las letras, como la cercanía a un Puerto de poetas donde las palabras son las olas que llegan refrescando el alma. Yo soy a lo corto y a la distancia solo un puente entre el corazón y el pensamiento que hacen de el espíritu creativo la oportunidad para liberar al ser humano e integrarse plenamente. Te abrazo fuertemente por ser ese buscador que encuentra y llega tocando con los brazos abiertos de su inquietud humana. GAPFER.