Se tachan los días a la vieja usanza
Se tachan los días a la vieja usanza
Fernando Galeana Padilla.
Todo un día es demasiado, la felicidad es infinitamente amplia, me la como con tortilla descongelada; ya pasó la fase uno, la dos.
Se me acomodan las ganas de verme contento, leo, escribo, barro aquí, limpio entre tantas otras cosas que limpiar.
A la televisión hemos dejado en visto, insulta la inteligencia familiar, pretendía apoderarse nuestro tiempo, hacerse cargo de una única forma de apreciar la vida.
La comodidad viene en generar nuevas maneras de relacionarnos, compartir roles, ideas, travesuras, espacios.
Aprecio mucho las pocas plantas que alcanzamos a adoptar entre nosotros, la verde compañía siempre se nota saludable, las hojas bailan, brillan cuando se le pasa un trapo húmedo acariciándolas.
Al ponernos a pintar cada quien combina los colores con idea de crear nuevas tendencias, nos equivocamos divertidamente.
Jugar con las palabras, ajedrez, lotería, damas chinas, es mejor que hacerle a la cantada.
Ensayamos el drama, leemos en voz actuada algún texto seleccionado, a veces se nos va la mano y esas lágrimas parecen reales.
Cerrar los ojos se dificulta con el silencio del no saber hasta dónde llegaremos, la creatividad no amanece como el sol de la ventana.
Se tachan los días a la vieja usanza, nos juntamos para hacer un recuento de víveres, anotar qué se requiere, distinguir entre lujos y lo necesario para comprar.
Los dispositivos suenan como oficina de atención al cliente, se atiende en los horarios abiertos frente a la angustia de hablar con alguien de afuera.
Los fines de semana nos juntamos, ponemos esas caras que se parecían a las de antes del coronavirus, la ropa es la de salir a comer o al cine, a los lugares donde solíamos ir.
La idea es no acostumbrarnos a sentirnos encerrados, confinados al aburrimiento o a la falta de acción. El lema es: adentro en el planeta.
Hacemos la comida que nos gusta y las raciones que sabemos vamos a consumir, nos repartimos la plática, los silencios, pero no las carcajadas. Cada quien se ríe a su manera sin reservas de nada.
En la esperanza de no desesperarse nos volvemos solidarios, nos atendemos, preguntando, brindándonos la empatía como un tesoro redescubierto. Antes íbamos al cine ahora somos la película.